Una mirada personal y antropológica de la vida en Compton.
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Unos días después de lanzar good kid, m.A.A.d city en 2012, Kendrick Lamar, de entonces 25 años, consideró que su segundo álbum era “digno de convertirse en un clásico”. No estaba mintiendo: ese material es uno de los discos de hip-hop que definen el siglo XXI. En la superficie, el disco es una tragedia de barrio, en la que Lamar pinta un cuadro vívido de jóvenes negros que crecen en comunidades olvidadas. Pero este trabajo también está impulsado por la fe y la esperanza, con Lamar narrando su turbulenta mayoría de edad a través de personajes reales que retratan traumas, situaciones familiares y relaciones que lo llevaron a su inevitable ascenso.
Algunos veteranos del hip-hop, como Snoop Dogg y Dr. Dre, eligieron a Lamar para continuar con el legado del gangsta rap, y su segundo álbum de estudio, tan conceptual como para ser una ópera rock, eleva el género con temas casi bíblicos: religión frente a violencia y monogamia frente a lujuria.
A unas millas de Compton, donde se desarrolla gran parte de good kid, m.A.A.d city, Lamar creó los temas junto a Sounwave y Dave Free, quienes conocían al prolífico rapero desde la preparatoria. A lo largo del proceso de escritura, Lamar frecuentaba el vecindario de su infancia para revivir el “espacio mental” en el que se encontraba al comenzar su carrera en el rap, desenterrando las historias profundamente personales que lo moldearon como artista.
Desde la escena inicial del álbum, una plegaria colectiva de gratitud, el enfoque de Lamar es completamente teatral (incluso le da a good kid, m.A.A.d city el subtítulo de: “A Short Film by Kendrick Lamar”). No pierde la oportunidad de mantener a su público bajo control, revelando confesiones personales a lo largo de las 12 pistas. Aquí predominan las escenas explícitas de violencia, adicción y desilusión. Pero Lamar hace que incluso las verdades más duras sean fáciles de aceptar, como lo hace en “Swimming Pools (Drank)”, una historia sobre alcoholismo. Este disco es un ejemplo de la lírica que estableció al futuro ganador del Premio Pulitzer como, quizás, el escritor más destacado de su generación.