Politizado y experimental, este disco doble superó los límites del punk.
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Los primeros discos de The Clash fueron geniales, pero transitaban los parámetros de un punk que en 1979 empezaba a sonar limitado. En un espacio improvisado junto a un taller de autos, ensayaron covers en estilos que parecían alejados de su zona de comfort: reggae, soul, rockabilly, pub-rock. London Calling no sólo reemplazó la consistencia estilística de la banda con una experimentación libre, sino que además marcó el momento en el que The Clash se transformó en algo más grande que el punk.
Lo que más sorprende de London Calling no es sólo el vasto territorio que abarca, sino la comodidad con la que la banda se mueve en este nuevo espacio. A veces pesados (“Death or Glory,” “Hateful”) y también livianos (“Revolution Rock,” “Lover’s Rock”), cantan sobre los conflictos públicos (“Clampdown”), las relaciones íntimas (“Train In Vain” de Mick Jones) y enfatizan una gran verdad: nuestras vidas interiores son producto de la realidad externa. Lo que antes era un conflicto local (jóvenes sin recursos en busca de un futuro mejor que enfrentan la escasez de oportunidades) se convirtió en algo universal: la crisis de la clase obrera, la balada de una persona común.