Un hito cultural repleto de himnos de euforia colectiva. Y “Wonderwall”.
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Noel Gallagher descubrió una nueva forma de sortear el temido síndrome del segundo álbum cuando llegó el momento de grabar (What’s the Story) Morning Glory?: ya tenía escritas todas sus canciones. Si Definitely Maybe, su monumental debut de 1994, era una introducción asombrosa, los nuevos himnos de Oasis sonaban a estadios cantando al unísono y euforia colectiva.
Pronto se hizo evidente que estábamos ante algo más que otro álbum de una gran banda de rock. Las nuevas canciones de la banda suponían la cúspide de toda la era del britpop, una escena habitada por egos de ambición descomunal, ninguna tan grande como la de los hermanos Gallagher. ¿Cómo podían haber concentrado tal cantidad de clásicos en el mismo trabajo? Además de “Wonderwall” y “Don’t Look Back in Anger”, es imposible olvidar la dulce melancolía de “Cast No Shadow”, la atmósfera cósmica de “Champagne Supernova” o el emocionante chisporroteo de la canción que da título al álbum.
Oasis se había convertido en una fuerza imparable para cualquiera salvo para ellos mismos. En Morning Glory, conquistaron las fuerzas del caos y las transformaron en algo mágico.