Un álbum entre la sinceridad y la sátira, que invita a encontrar las diferencias.
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Tras sus ensoñaciones sobre Hollywood y el lujo costero de los Hamptons, Lana Del Rey nos recuerda, unas veces como advertencia y otras como celebración, lo insustanciales que pueden llegar a ser estos lugares. Vívido y titilante, Norman Fucking Rockwell! es un estudio obsesivo de las reglas de la autenticidad desde el punto de vista de quien ha hecho carrera rompiéndolas. Lana juega con la sinceridad y la sátira, y nos desafía en todo momento para que encontremos la diferencia.
La última canción del álbum, “hope is a dangerous thing for a woman like me to have - but I have it”, se abre paso como una confesión entre reflexiones en primera persona y sencillos acordes de piano. También suena suntuosamente cinematográfica, y las referencias a Sylvia Plath mezcladas con anécdotas personales nos hacen dudar, una vez más, de su realidad. Su forma de repetir “a woman like me” (una mujer como yo) tiene un tono burlón que encaja con una artista que había pasado la última década cambiando de piel: marginada y diosa del pop, ingenua debutante y bruja, símbolo sexual y poeta, santa y pecadora. Todo para deshacerse de ellas y enterrarlas. Aquí, va un paso más allá y nos convence de que lo único más peligroso que una mujer complicada es aquella que se niega a rendirse.
“Es tan misteriosa… Siento que sé de lo que habla, pero luego parece que eso es algo casi imposible con ella”.