El sonido de un artista en busca de profundidad y radicalidad sutil.
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Tras demostrar su profundidad, alcance y madurez como compositor con un debut en solitario irrefutable, George Michael dio un giro considerable a su carrera en su segundo álbum. Lo más cercano al pasado era “Freedom! ’90”, un tema construido alrededor del piano en el que aborda con habilidad poética la cultura del videoclip que dominaba entonces la industria y su propio conflicto sobre cómo Faith lo había convertido en una mercancía de dominio público.
Sin embargo, el tono de Listen Without Prejudice es sutil en lo político y desolador en lo emocional. Las maderas evocan campos de batalla despoblados en “Mothers Pride”, el eco cubre la escalofriante “They Won’t Go When I Go” de Stevie Wonder con una desesperación fantasmal, y la guitarra acústica de “Something to Save” conecta con el folk. Con el aire lennoniano de “Praying for Time” en el centro, el álbum es un avance creativo delicadamente radical y siempre emocionante, el sonido de un artista que se aleja de los sintetizadores y la ortodoxia pop para crear música profunda, atemporal y con alma.