Una obra con carácter reparador que se centra en la experiencia de las mujeres negras.
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“Fall in your ways so you can wake up and rise” (Cae a tu manera, para que puedas despertar y levantarte), canta Solange en la introducción de su tercer álbum. Era un verso que resumía sucintamente la trayectoria de una artista de 30 años, anteriormente más conocida por ser la hermana pequeña de Beyoncé, que regresaba convertida en visionaria tras un paréntesis de ocho años.
“Fíjate en el control que tiene, la fuerza de los matices y los momentos de silencio. Eso es tan poderoso como las trompetas y los gritos ensordecedores”.
Las canciones van del himno de empoderamiento negro “F.U.B.U.” al precio de la evolución personal detallado en “Don’t Wish Me Well”. Ocho interludios hilan las historias con la narración de sus padres, Mathew y Tina Knowles, y también de Master P. La lista de colaboradores la completan Lil Wayne, Sampha, The-Dream y Raphael Saadiq, que envió a Solange el instrumental de lo que sería “Cranes in the Sky” y terminó produciendo ocho de las 21 canciones. A Seat at the Table es arte digno de un museo que une la experiencia femenina negra con las luchas y los triunfos de su autora.