Taylor se inspira en la nostalgia para su salto definitivo del country al pop.
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Es fácil olvidar que, en 2014, Taylor Swift se acercaba a un punto de inflexión al reinventarse (con solo 24 años) como la presencia conquistadora que conocemos hoy. En realidad, ya había recalibrado la proporción de country y pop de su fórmula en 2010 con Speak Now y dos años después con Red, un álbum en el que trabajó con los reyes Midas suecos Max Martin y Shellback. Con 1989, dejó de preocuparse por ratios y proporciones y se lanzó al océano de cabeza.
Como Come On Over de Shania Twain o incluso Bringing It All Back Home de Bob Dylan, 1989 es uno de esos trabajos que triunfa ignorando deliberadamente las expectativas. Taylor no creció con los sonidos ochenteros que los productores Martin, Shellback, Ryan Tedder y su futuro colaborador de cabecera Jack Antonoff ayudaron a crear para el álbum. Como nos recuerda el título, no nació hasta el último año de la década. Pero, igual que ya hiciera con las convenciones del country en sus álbumes anteriores, el icono pop usa la nostalgia de 1989 no para mirar atrás, sino para seguir avanzando.