¿Qué hacer después de un álbum revolucionario? Subir la apuesta.
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Tras la resaca de OK Computer en 1997, Thom Yorke había empezado a sentirse incómodo con la idea de que la suya era una banda de rock. En un ambiente de tensión y un punto de locura, Radiohead estaban a punto de ignorar todas las reglas con Kid A, el segundo acto de una obra revolucionaria que había empezado con su predecesor.
“Cada artista pasa por una fase en la que se replantea lo que está haciendo”.
Con sus secuencias embriagadoras y las voces de Yorke entrelazándose como las líneas de un grabado de Escher, “Everything In Its Right Place” tiene tanto de guiño como de provocación. Y eso es solamente el principio. La banda descubre nuevos espacios por explorar en el bajo febril y los metales aulladores de “The National Anthem”, el terremoto operístico de “Motion Picture Soundtrack” o las guitarras refractadas y el chisporroteo electrónico de “In Limbo”. Las canciones de Kid A nos conquistan con un gancho melódico antes de arrastrarnos a lo desconocido.